Antídoto

Y cuando estaba empezando a acusar el cansancio y la tristeza, cuando los ecos de su propio refugio empezaban a hacer mella en él, llegó Su mensaje inesperado compartiendo su canción, la de ellos dos, la misma que él había compartido en un arrebato del día de «su aniversario». Y él no quiso contestar más que con un corazón, porque de haber empezado a escribirle, no habría parado en toda la noche.

Luego recordó la canción que Ella le había recomendado en el bar justo antes de cerrar, y decidió escucharla. Pero lo que se encontró fue un temazo que cualquiera de los dos me podría haber dedicado al otro, porque ambos estaban enfermos de deseo y ansiosos de un antídoto que curarse sus venenos internos.

Una canción perfecta para arrancarse la ropa sin mediar palabra y curarse el uno al otro, como dos años antes. Como siempre que estaban cerca, como siempre que sus ojos se enganchaban, igual que aquella noche.

Antídoto para su enfermedad.

Otro lado

Habían enterrado el hacha de guerra, y estaba bien. A su estilo, Ella se había esforzado, y él tenía que reconocerlo y aceptarlo. Se había arriesgado a decirle una mínima parte de lo que había necesitado en aquellos dos meses, y Ella se dio por enterada. Y estaba bien, porque volvieron a mirarse como siempre, Ella volvió a buscar su cercanía, y se abrazaron fuerte al despedirse.

Pero la realidad es que él necesitaba algo más, y por más atrapado que se sintiera en Sus ojos, allí no lo iba a encontrar. Así que, por mucho que le doliera admitirlo, su camino y su búsqueda estaban en otro lado. Ese mismo «otro lado» que él había abandonado aquella noche por estar cerca de Ella.

Cena

Aquel primer día de vacaciones tocaba cena con la antigua gente, y con Ella. Tenía todo un día por delante para pensar y prepararse, porque la situación no era fácil.

Y sin embargo, tras una breve reflexión, decidió que no se iba a preparar para nada, porque nada quedaba que él pudiera esperar. Cuanto menores fueran las expectativas, menor sería la decepción.

Tuvo un momento de debilidad y publicó la canción que ambos habían escogido como «su canción» en redes sociales, sin saber muy bien por qué. El hecho era que no tenía sentido seguir dándole vueltas al aniversario de algo totalmente muerto y enterrado, y mucho más aún cuando Ella ni siquiera lo iba a ver porque obviaba por completo las publicaciones en redes de él.

¿Por qué lo había hecho, entonces? Pues por un impulso, por un arrebato de un corazón demasiado machacado y con demasiada memoria.

A saber

Cita

Iba a tener que empezar a creer en la magia, o en la brujería. Porque no habían pasado ni veinte minutos desde que había escrito que estaba seguro de que se iban a encontrar, cuando la vio pasar con su familia a escasos 25 metros por delante de él.

A saber qué más iba a ocurrir aquel día.

Preparado

Después de su pequeña excursión nocturna a la ciudad vecina y casi sin haber dormido, ya estaba preparado de nuevo para otra comida, otro tardeo, otra nocturnidad y lo que se terciase.

Para lo que no estaba preparado era para encontrarse con Ella, porque estaba seguro de que se iban a encontrar. No sabía ni cómo ni dónde, pero se iban a encontrar. Tampoco sabía cómo iban a reaccionar ninguno de los dos, si iban a hablar o no, si se iban a ignorar, si ella mostraría su lado altivo y orgulloso, si él se mantendría firme o caería a Sus pies como siempre.

No sabía nada, porque no tenían ningún tipo de contacto. Y el hecho de no saber, le inquietaba y le hacía sentirse inseguro. Se iban a encontrar, y no estaba preparado.

Más tristeza

Cita

Gastaba sus días debatiéndose entre la rabia, el enfado y la tristeza, sin poder llegar a creerse que todo estuviera acabando de aquella manera. Porque las escasas comunicaciones para quedar o para cerrar o no el plan de Nochevieja fueron a través de una tercera persona y con Sus planes ya hechos con otra gente. Ni siquiera a través del grupo que aún mantenían.

Así que mientras veía amanecer a través del cristal del coche que le llevaba al trabajo, sintió que entre tristeza, rabia o enfado, aquel día tocaba más tristeza

Equivocados

Estaba bien volver a charlar y a reír, estaba bien trasnochar y alternar, estaba bien padecer música horrible y bailotear porque alguien se lo pedía.

Porque estaba bien volver a sentir unos ojos que le buscaban, aunque fueran unos ojos equivocados.