Cuando su hija le propuso pasar la tarde de sábado poniendo canciones de YouTube en la tele y contando por qué eran importantes para ellos, a él se le cayó el mundo encima: no sólo por cuantos sentimientos se iban a remover y emerger como zombis, sino por tener que inventarse historias y situaciones que ocultaran que él las había escuchado durante años por Ella.
Algunas horas después, ya con el bourbon en la mano y la luna menguante en los ojos, pudo dejar de disimular y recordar los momentos y recuerdos que aquellas canciones evocaban, y lo lejanos y tristes que le parecían.