Manos vacías

Tenía la excusa de llevar dos semanas aislado del mundo por culpa de sus exámenes, pero solo a medias. La realidad era que, pese a todos los sentimientos encontrados, todas las palabras bonitas, todos los juramentos mirando a las estrellas, Ella había vuelto a desaparecer como si se la hubiera tragado la tierra, y él ya empezaba a verle poco sentido a seguir escribiendo sobre cuánto la echaba de menos o cuántas canciones le recordaban a Ella, por mucho que las luces navideñas del balcón de enfrente continuasen encendidas.

Tal y como decía la canción, Ella había desparecido otra vez, dejándole de nuevo encallado y con las manos vacías. Y aunque recorría otros territorios inexplorados, nada de lo que encontraba pasaba de ser como granos de arena escurriéndose entre los dedos de sus manos vacías. Como si su ausencia no fuera lo bastante dolorosa.