Por primera vez en muchas semanas, aquella noche se sintió triste de nuevo, triste de verdad.
Quizá las nuevas rutinas y la falta de sueño empezaban a pesar, quizá por la añoranza de emociones y besos, quizá por el peso de una palabra dada de la que no había vuelta atrás.
Pero, fuera por lo que fuese, aquella noche volvía a sentirse triste, triste de verdad.