Tal y como se había tenido, no hubo llamada. Solo un audio con aquella voz seria y fría que tan poco le gustaba pidiéndole que no le escribiera, y un mensaje duro y breve riñéndole por haber contestado a Su audio.
Mientras se esforzaba por mantener a raya la tormenta que había dentro de su cabeza, se despejó toda la tarde y se quedó en casa por si Ella llamaba, para que nada ni nadie Le impidiera atender aquella llamaba que iba a ser trascendental. Intentaba no pensar, no escuchar, no escribir, no hacer nada. Porque en lo más profundo de su ser, sabía que no estaba preparado ni tenía las fuerzas suficientes para afrontar la magnitud del cambio que se avecinaba, y estaba aterrado.
Pero no hubo llamada. Bien porque no pudo o porque no quiso, Ella no atendió su ruego. Quizá no se daba cuenta de que cuán importante era aquella llamada para que él pudiera seguir con su vida, de una forma o de otra.
O quizá no quería darse cuenta.