Había renunciado a un plan prometedor y largamente ansiado con tal de pasar un rato cerca de Ella, y cerciorarse de que Se emcontraba perfectamente. Ella, aún sin saberlo, le cobsequió con más bromas privadas, más miradas íntimas y más conversaciones en clave de la cuenta, y él se sintió todo lo dichoso que se podía sentir con aquella atención sobrevenida.
Pero entonces ocurrió el único suceso en el mundo que podía apartarle de Ella, y él no dudó en asumir su responsabilidad, por más que tratase de explicarle a Ella y justificar sus acciones.
Al final, terminó más necesitado que nunca de su balcón, su música y su bourbon. Porque, por más que su decisión fuera la única correcta y posible, no podía evitar la rabia y la amargura de haber tenido que salir corriendo en la única noche del último año en que Ella parecía volver a ser la Ella que él añoraba. Ojalá que las lágrimas que empezaban a desbordar sus ojos trajeran la pizca de paz y consuelo que tanto necesitaba.