Ir caminando por la calle escuchando una de Sus canciones, sumido en lo más profundo de sus pensamientos, tratando de mantener la compostura en un mundo que parece borroso y superfluo, y cruzarse con la mujer que llevaba Su mismo perfume: fue como si le despertasen de la siesta con una bofetada, un golpe físico y real que le hizo volverse automáticamente aunque supiera de sobra que no podía ser Ella.
Porque daba igual cuánto se encerrarse en su burbuja, el mundo real seguía recordándole a cada momento que estaba enamorado de alguien imposible.