Fin de semana

Temía la llegada de los fines de semana. Aunque hacía meses que ya no quedaban para las cañas o para cenar, el grupo de amigos que compartía con Ella seguía siendo el mismo, así que antes o después terminarían coincidiendo.

Nunca fue fácil desengancharse de nada, pero tenerla cerca, aunque casi no cruzaran palabra como la última vez, significaba recaída segura.

Semana

Llevaban más de una semana sin verse, y sin cruzar una sola palabra. Ambos tenían vidas muy ajetreadas, cargadas de responsabilidades y compromisos, de interminables jornadas de trabajo y estudio. Pero se suponían amigos, amigos especiales de hecho, pero no se escribían ni se llamaban. Él sabía muy bien por qué no lo hacía: por su pánico a agobiarla, a pasarse de la raya, a ser «el pesao» y echarlo todo a perder; sabía que, tras unas pocas necedades, de su boca solo saldrían palabras de amor. Pero los motivos de Ella, solo Ella los sabía: él fantaseaba con que Ella también le amaba, pero no quería afrontarlo y por ello lo escondía; aunque en realidad se temía que, simplemente, Ella no tenía esa necesidad de un contacto más cercano con él, no era una pieza importante en su vida. Y aquello le mataba.

El caso es que llevaban más de una semana sin verse, y sin cruzar una sola palabra. Ninguno de los dos, ni una simple palabra.