Sábado

Era curioso cómo podían cambiar las cosas… Se suponía que aquella noche él debería estar cenando con Ella, en lo más parecido posible a una velada íntima donde él le podría contar sus últimas aventuras y escapar durante unas horas de un desastre de vacaciones que no había tenido más remedio que aceptar.

Pero en la última semana todo se había dado la vuelta, Ella estaba a casi trescientos kilómetros rodeada de los antiguos amigos, y él seguía sintiéndose más solo que un 1 en un camping de mierda, bebiendo un whisky de mierda en un sábado de mierda, y sintiendo una vez más que daba igual cuánto se esforzarse, nunca estaba donde debería estar.

Sábado

Le era imposible poner en palabras todo lo que habían vivido aquel sábado: las confesiones, los secretos, la intimidad, las miradas de corazón a corazón. Lo único que faltó fue haber podido estar a solas un rato, aunque casi mejor que no ocurriera, porque con las defensas tan bajas, la emotividad desatada y el alcohol a raudales, a saber qué habría pasado y cuánto se habrían complicado las cosas.

Además, él sabía que en cuanto se metiera en la cama y cerrase los ojos Ella vendría a su encuentro; sin disimulos, sin apariencias, sin complicaciones, incluso sin ropa. Y lo iba a disfrutar, eso seguro.