La montaña de trabajo burocrático y el resfriado inoportuno que tenía le ayudaban a no pensar en nada que no fuera trabajo o dolor de garganta. Así, evitaba darle más vueltas a la decisión de ir o no ir a una comida navideña a la que no quería ir solo porque estaría Ella, o en si aceptar o no Su invitación para realizar una ruta senderista para la que no se encontraba preparado el siguiente fin de semana.
Porque, más allá de sus decisiones y sus determinaciones y sus prioridades y sus giros de timón, la posibilidad de volver a pasar tiempo con Ella le seguía robando el aire.