Después de otra noche de insomnio y malos sueños, se miró al espejo preguntándose como demonios permitía que las cosas le afectasen tanto, cómo le había otorgado un poder tan grande a Ella como para cada obedecer cada chasquido de Sus dedos y no protestar por las espantadas que siempre le sucedían. Quizá no pudiera luchar contra el amor incondicional que sentía por Ella, que su afán de protegerla y ayudarla fueran más fuertes que su propia voluntad, pero aquello no justificaba que los «resbalones» de Ella le salieran gratis siempre y que él se quedase con la sensación de haberse llevado una bofetada sin motivo.
Puede que aquel fuera el problema, que Ella sabía que le tenía en Sus manos, que era incapaz de separarse de Ella. Quizá si él se mostrase más duro, más inaccesible, Ella valorase más lo mucho o poco que hubiera entre ellos. Quizá si Ella contemplase la posibilidad real de perderle, pelearía más por mantenerle cerca, por continuar conectados, por demostrarle cómo de importante era él para Ella, aunque ya estuviera más que claro que su relación no volvería a dejar de ser platónica.
O quizá no. Quizá Ella lo dejaría correr, terminarían separándose del todo y perdiendo el contacto, y él se convencería, aún con el corazón destrozado de por vida, de que podía buscar su camino lejos de Ella de una maldita vez.
Por lo pronto, se imponía un nuevo bloqueo de todo: canciones, memes, reels, pensamientos y sentimientos, por lo menos en la semana que faltaba para el examen más importante de su vida. Luego ya se encargaría el verano de multiplicar por mil el silencio y la distancia entre ellos hasta que llegase el momento de tomar las decisiones de verdad.