No quería decirlo muy alto para no gafarlo como las últimas veces, pero parecía que por fin iba a verla un par de días después. Y, aunque sabía que lo que se iba a encontrar era cordialidad a lo sumo, tampoco le importaba. Ya estaba mentalizado de que lo que tocaba era guardar las apariencias, las distancias físicas y sentimentales, y echarse a un lado para que Ella fuera todo lo libre que quisiera o pudiera ser.
Así que, asumido su papel, se conformaba con la oportunidad de mirarla a los ojos, y confiar en que aquella química eterna entre ambos gritase todo lo que él estaba obligado a callar.