Que así fuera

No cruzaron una sola palabra en cinco horas de cumpleaños, excepto algo parecido a una canción que Ella pareció dedicarle a él y que decía algo como que aparentaba haberle olvidado pero que no era verdad. Eso, y un largo abrazo cuando Ella, ya en «modo ahorro extremo de batería», se despidió para marcharse a casa. Se miraron un momento, él le dijo «tendremos que hablar en algún momento tú y yo», a lo que Ella respondió con un sonoro «huy, no no no, nada de que hablar» y salió corriendo sin mirar atrás.

Y no, no le valía la excusa de Ella llevaba en la calle desde mediodía y que ya no estaba en condiciones, porque habían tenido cinco horas de celebración para haber intentado encontrar un acuerdo de mínimos. Pero las únicas palabras, conscientes o no, habían sido que no había nada de que hablar. Pues muy bien, aquello zanjaba el tema.

Un par de horas después, sentado en su balcón al calor del bourbon y de las canciones de Su lista, decidió que las lágrimas que no podía contener también iban a ser las últimas que zanjasen el asunto. ¿No había nada de que hablar? Pues que así fuera.