Cada noche el mismo problema: si mantenía los ojos abiertos, el implacable avance del reloj le robaba el sueño. Pero si los cerraba, volvería a soñar con Ella, con Su perfume, con el tacto de Sus manos, con el fuego de Sus ojos, con la caricia de Sus labios en su boca.
Y despertar y volver a comprobar que todo había sido un simple sueño siempre era peor.