La perspectiva para aquel día era, como poco, desalentadora: era domingo, último día de vacaciones, tenía resaca, y después de pasar toda la tarde anterior con Ella, ya se había convencido de que, aunque Ella le seguía deseando tanto como lo hacía él (no le quedaba ninguna duda), no iba a dar ningún paso que la acercase nunca más a sus brazos, a su casa y a su cama.
Y lo peor de todo, en aquel domingo de mierda continuaba incumpliendo su primer propósito de año nuevo: no escribir más sobre Ella.