Todo fue raro, descolocado, a destiempo. Pero, aun así, Ella hizo el intento, le confesó que le leyó al menos una vez, y le quiso dar explicaciones.
A él le sirvieron de poco, pero a cambio encontró Sus ojos como en los viejos tiempos, y Su contacto, y su complicidad. Y puede que, de haberse alineado los planetas, hubieran tenido su momento a solas, y él hubiera tenido su ocasión para decirle cuánto la echaba de menos, cuánto deseaba volver a estar cerca de Ella, y cuánto le alegraba que Ella le pidiera a él, y a nadie más, que comprobara si tenía las pestañas bien pegadas.
Pero los planetas no sólo no se alinearon, sino que giraron en sentido contrario. Y por más que él ansiara quedarse a Su lado, su prioridad era otra. Así que se fue sin despedirse, con un torpe mensaje de disculpa, y el peso en el corazón de que quizá pasasen otros dos meses o más antes de que volvieran a verse.