Camina distraído, totalmente absorto en sus pensamientos, cuando al cruzarse con alguien el perfume de ella le golpeó como una bofetada. Se giró al instante, buscándola con los ojos desorbitados, pero Ella no estaba.
Entonces volvió a mirar al suelo, reemprendió la marcha y se convenció de que la espina de aquel perfume se le había clavado mucho más hondo de lo que él mismo quería admitir.