Parecía que la vida seguía empeñada en esquivarle por todos los medios posibles. En esta ocasión, había sido una extraña lesión en un pie la que le había obligado a guardar reposo en su única quincena de vacaciones, por lo que no había podido ni entrenar, ni salir, ni viajar, ni quedar, ni nada de nada. Por no poder, no había podido ni recrearse en las noches de música y bourbon en su balcón por culpa de la medicación. Tan solo se había limitado a ver pasar los días uno tras otro en la soledad de su casa, mientras los planes, las personas y las ilusiones que tanto necesitaba aparecían solo en la pantalla de su móvil.
Era como estar sentado en una atracción de feria en la que el único cochecito que no se movía era el suyo: todo el mundo disfrutando de lo lindo, y él parado con cara de idiota.