Cada día que pasaba lo tenía más claro, cada día se arrepentía más de no haber echado aquellos papeles que le habrían llevado su plaza fija, aunque fuera lejos. Todas las razones que tenía en aquel momento para no hacerlo se habían desvanecido: su trabajo amenazaba con ser más precario que nunca, su situación económica seguía siendo delicada, y se sentía más solo y enfadado que nunca, sin amigos y sin (Su) amor.
Más le habría valido marcharse al quinto infierno y empezar de cero total, dejando todo atrás, absolutamente todo atrás.