Había perdido la cuenta de las veces que había escrito cuánto odiaba los domingos. Pero, durante un breve lapso de tiempo, disfrutó escuchando aquella canción maravillosa que hablaba de «terminar nuestros domingos follando como animales», y parecía que la jornada se le hacía menos larga y deprimente.
Ahora, después de un verano realmente criminal al que aún no sabía cómo estaba sobreviviendo, la canción había perdido todo su significado, y él volvía a odiar los domingos con más fuerza que nunca.