Nada en que pensar

Estuvo a punto de caer en la tentación de pasarse todo el domingo pensando en Ella y en si algo habría cambiado tras Su insistencia en que quedaran un rato en el bar de siempre a tomar algo.

Pero se contuvo, porque la respuesta era no: si hubiera cambiado algo, Ella se lo habría dicho.

Así que nada en que pensar, excepto en volver a encerrarse en su caparazón para no sentir, y en seguir buscando un camino por otro lado.

Nada

Estrecharla entre sus brazos. Recorrer Su piel con la yema de los dedos. Besar Su cuello, aspirando el aroma de Su pelo. Entrelazar los dedos de las manos.

Todo aquello serían magníficos regalos. Pero un beso… Nada como un beso.