Milagro

Había ocurrido, se había obrado el milagro: durante un par de horas, Ella volvió a ser Ella, y él volvió a ser él. Sus ojos de fuego se buscaron , sus manos furtivas aprovecharon cada roce con disimulo, alargaron la velada tanto como fue posible, y su abrazo final intentó transmitir todo aquello que no podían decir o hacer, aquello que les estaba vedado. En aquel dulce paréntesis, todo volvió a ser como antes.

Puede que al día siguiente retornaran los demonios, que la realidad regresase aplastándole de nuevo y se reiniciase el ciclo de ausencia y silencio, pero durante aquellas horas volvió a amarla como siempre, volvió a amarla como nunca. Volvió a amarla como solo podía amarla a Ella.