Podría escribirlo mil veces, así era él: capaz de combinar las palabras más bonitas del mundo, capaz de conseguir la luna y las estrellas, capaz de entrar en pánico y montar una tragedia en cuanto las cosas parecían torcerse un poco.
Podría escribirlo mil veces, así era Ella: capaz de desprender suficiente fuego para fundir los polos, capaz de sentir con una intensidad rayana en lo irracional, capaz de arrepentirse y destrozarlo todo de la noche a la mañana, y volver a arreglarlo con una canción y una llamada al día siguiente.
Podría escribirlo mil veces, así eran ellos: capaces de amar sin medida, capaces de renunciar a cualquier precio, capaces de dar vueltas alrededor del otro durante una vida entera sin terminar de acercarse del todo, o alejarse de una vez.
Puto hilo rojo.
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Mil veces se había dicho que no, que no podía ser, que aquella vez era la última. Y mil veces más se descubría pensando en cómo volver a verla.