Sus palabras le pillaron tan desprevenido, tan desarmado, que fue incapaz de responder, ni siquiera para defenderse; un año de esfuerzos, de sacrificios y de autoconvencimiento arrasado por completo en apenas treinta segundos.
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Abismo
Eran apenas siete pasos y una puerta los que los separaban, aunque a él le parecía un profundo abismo. La pregunta era si ella estaría también pensando en cómo saltarlo
Despertar
Entonces comprendió que lo que realmente anhelaba era verla despertar a su lado.
Sueños
Nada más abrir los ojos ya había tomado la decisión: tenía que dejar de soñar con ella, y empezar a dormir con ella.
Esperanza
La misma esperanza vana y simple que por el día le recordaba que era imposible, le empujaba a soñar noche tras noche con Ella. Al fin y al cabo, ¿qué sería de un hombre sin una última esperanza?
Dilema
Razón contra corazón, la eterna guerra, el perpetuo dilema: ¿la amaba? Más que a nada en el mundo. ¿Se lo diría? Por nada en el mundo.
Expectativas
Siempre procuraba no crearse expectativas, y siempre conseguía mucho menos que el mínimo que se esperaba. Por lo que, por más que se empeñaba, la desilusión lo devoraba día tras día.
Victoria
Él la hacía reír, y ella posaba una furtiva mano en su brazo unos instantes. No era mucho, pero sabiendo que lo tenían todo perdido, cualquier mínimo gesto les parecía una tremenda victoria.
Pesadillas
Prefería tener pesadillas antes que soñar con ella: de las pesadillas despertaba y el mal trago ya había pasado. Pero al soñar con ella, el mal trago comenzaba nada más despertar.
Minucia
Lo había planeado todo durante semanas: primero, jugaría al gato y al ratón con sus ojos chispeantes durante la velada; después, esperaría el momento propicio para acercarse a su grupo y entablar la típica charla social; y por último, cuando todas las piezas encajaran y ella volviera a colgarse de su mirada, le diría un par de frases ingeniosas, le guiñaría un ojo para deleitarse con su risa, y ambos clavarían sus ojos en los del otro durante tres interminables segundos, en un silencio que lo diría absolutamente todo.
No era gran cosa, una minucia, en realidad. Pero incluso de esa minucia se vio privado. Encajó el golpe lo mejor que pudo y siguió adelante, renqueando, cansado de soñar y de sufrir.