Pese al arrebato el domingo anterior proponiendo una excusa perfecta para volver a encontrarse a solas en su casa, el esperado y temido mensaje llegó: Ella volvía a romper con él.
Con ese mensaje terminaban de marchitarse muchas cosas, como las conversaciones pendientes sobre Sus lágrimas la última vez que estuvieron juntos, o el frustrado plan de escaparse a la capital con Ella, o como recurría de vez en cuando a la brocha con Su perfume cuando los demonios se cebaban con él. Se le marchitaban canciones, se le marchitaban películas, se le marchitaban planes de piscinas veraniegas, se le narchitaba la botella del tequila que compró para Ella, se le narchitaba el fin de semana en el pueblo que nunca llegó.
Con aquel mensaje, terminaba de marchitarse su corazón.