Aunque no había tenido tiempo de ponerlo por escrito, tenía marcada aquella fecha en el calendario desde hacia semanas: un evento-comida multitudinario con mucha gente en común, que se iba a alargar toda la tarde y parte de la noche, y en el que tendrían seguro alguno de «sus momentos», alguna pequeña charla con indirectas divertidas o incluso algún say when bien y mal intencionado a la par.
Obviamente, todo salió mal y al revés, hasta el punto de que después del primer saludo, ya no volvieron a hablar más en toda la velada. Solo un intento de Ella de acompañarle a él a la barra del bar, que encima se vio frustrado por compromisos de él que no pudo dejar de atender. Así que, cuando quiso girarse hacia Ella y vio que no estaba, terminó de asumirlo todo. Aquella especie de «ultimátum» que él se había inventado había sido un nuevo fracaso.
Asumió que la decisión que había tomado de separarse del todo de Ella, y que ya estaba poniendo en práctica, era la única posible; asumió que volverían a pasar semanas sin verla, porque ya no quedaban casi nunca; asumió que se tendría que enterar de Sus cosas por terceras personas, porque ya nunca se escribían o llamaban; asumió que lo único que iba a tener con Ella eran aquellas miradas eternas de «quiero y no puedo»; asumió que no iba a haber más say when, ni Remedy ni portales, porque Ella no quería, no podía o no sabía cómo mantenerle a él en Su vida.
Pero sobre todo asumió, después de tanto bourbon y lágrimas que tuvo que dejar las palabras para el día siguiente, que tenía que responder al inicio de conversación de una desconocida en la app de citas a la que había vuelto, y que había estado todo el día ignorando. Porque, aunque no fuese ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que decía que iba a tratar de olvidarla, sí que iba a ser la última.