Es que daba igual, era inútil resistirse, en el final de su hilo rojo estaba Ella. Podía engañarse cuanto quisiera renegando del destino o del karma, podía seguir proclamando a los cuatro vientos que su camino sólo lo forjaba él y bla bla bla: la única verdad irrefutable, la única realidad irrebatible era que Ella era su Todo, todo conducía sin remedio a Ella, cada segundo que no estaban juntos era un desperdicio y un crimen. Nunca alcanzaría la plena felicidad si no era con Ella.
Tan cierto e innegable como que el sol salía cada mañana. Ojalá Ella también terminase convenciéndose de una vez.