Y, en un giro casi inconcebible de los hechos, Ella le propuso verse por tercer día consecutivo, aprovechando cada maldito minuto que tenían disponible. Y aunque su cuerpo volvió a resistirse incomprensiblemente, de alguna forma logró ayudarla a gozar como si les fuera la vida en ello.
Después vinieron los mensajes, las declaraciones, las ansias y la promesa de reunirse en cuanto fuera posible. Y sobre todo, la evidencia de que, a pesar de los años y de las resistencias, Ella le deseaba, le anhelaba y le necesitaba tanto como lo hacía él.
¿Quién podría soñar con algo más?