Y como tantas y tantas veces, allí se encontraba, sentado en un balcón apurando una botella de bourbon, escuchando canciones que amenazaban con desbordar la marea de sus sentimientos, apretando los dientes para contener las lágrimas, maldiciendo y suplicando una pizca de amor a la vez, y sabiendo que, aunque encontrase la felicidad algún día, nunca jamás dejaría de sentirse incompleto.