Si se hubieran arriesgado a dar el paso, quizá habrían descubierto que no estaban hechos el uno para el otro, y podrían seguir con sus vidas. O quizá descubrieran que sí que lo estaban y cambiaran sus vidas para construir un nuevo camino juntos.
Pero nunca se atrevieron a dar el paso, y su historia permanecía inacabada. Eternamente inacabada.