Allí sentado solo, con aquella mezcla de enfado, tristeza y decepción, se preguntaba de qué demonios le habían servido su honestidad, su compromiso, su respeto , su integridad.
Quizá si hubiera seguido sus impulsos, si hubiera pensado más en él mismo, estaría sentado igual de solo, pero sin la sensación de haber dejado escapar todos los trenes de su vida por idiota.