La decisión estaba tomada: no podía seguir revolcándose en recuerdos y aniversarios, no podía continuar anhelando quimeras, pretendiendo ver señales en algoritmos y casualidades, conformándose con las migajas que caían de una mesa vedada. Por no poder, no podía ni siquiera permanecer encerrado en un Refugio que, en realidad, le atrapaba en un bucle de tristeza y melancolía que le impedía avanzar.
Así que ya estaba decidido, con el año nuevo tocaba golpe de timón. Con todo lo que ello supusiera.