Aquel día su cantante favorito había posteado en sus redes el estribillo de la canción que él llevaba dedicándole a secretamente a Ella más de tres años, aquella que decía que «si era por Ella, a él no le importaba suplicar una vez más, que Ella le diera aliento, y vida al respirar«, y él no había dudado ni un instante en repostear la canción.
Así que, después de una sesión especialmente generosa de bourbon en su balcón y unos cuantos tumbos a oscuras por la casa, se metió como pudo en la cama y, mandando al infierno sus principios y sus propósitos, se puso la canción en bucle dispuesto a quedarse dormido regodeándose en Su recuerdo. Total, si la resaca ya iba a ser de órdago al día siguiente, ¿qué más le daba añadir una pizca más de culpa, abatimiento y remordimientos?