Pues nada, aquí estamos. Hoy empiezo a escribirte a ti, directamente a ti, en presente y sin cursiva. Confío en que lograré cumplir el objetivo principal, que no es otro que ayudarte a sobrellevar esta mierda en la que estamos metidos: a ti te servirá para sonreír un poco y tener un pequeño «break» de tus preocupaciones, que son muchas y gordas; y a mí, para desahogarme y poder soltar toda esa maraña de sentimientos y jodiendas que nunca termino de controlar.
Pero antes de empezar, tengo que hacerte una advertencia y pedirte un favor: la advertencia es que, aunque te juro todo es de buen rollo y tengo absolutamente clara nuestra situación, no sé lo que voy a terminar escribiendo. Si sale algo que no te guste, te pido disculpas, no lo leas y punto. No va a haber peticiones ni declaraciones rodilla en tierra, te lo aseguro. Sólo una charla entre dos amigos con un café imaginario de por medio, porque prefiero tenerte solo como amiga a no tenerte, como he podido experimentar estos meses atrás.
Y ahora el favor, en realidad dos: el primero, que tengas paciencia si tardo, o si algún día no puedo escribirte. Tengo que encontrar las palabras y el momento, y no es fácil acompañado 24/7. Y el segundo, que me avises si esto no te gusta, si se convierte para ti en lo contrario de lo que debe ser. Sin compromisos, sin agobios, sin rencor.
Así pues, aclarado todo, bienvenida a tu nuevo Refugio. Disfruta como y cuando quieras dé el, es todo tuyo.