Había sido una semana difícil, llena de enfados, tensiones, desengaños, arrepentimientos, súplicas, lágrimas y nostalgia, pero al final creyó dar con el camino correcto: tenía que dejar de preocuparse por Ella, de pensar por Ella, de actuar basándose en si era bueno o malo para Ella, de contener la respiración por Ella. No podía negar que nunca iba a dejar de amarla, ni tampoco que Ella era parte importante de su vida. Y aunque hubiera asumido que Ella no sentía lo mismo por él, aún no estaba preparado para para pasar página.
Así que se dio cuenta de que había llegado el momento del Cambio , de pensar, de hacer y de sentir lo que él necesitara en cada momento. Escribirle, o mandarle una canción, o enfadarse con Ella o mandarla a la mierda si era necesario: tenía que vivir por él, no por lo que suponía que Ella pensara o sintiera. Y si se pasaba de la raya, que fuera Ella quien le parase los pies, o le mandara a la mierda a él. Porque, al fin y al cabo, ambos estaban juntos en aquella historia desde hacía quince años, ambos habían dado sus pasos y sus tropiezos, ambos tenían su parte de «culpa». Se acabó la cobardía, acabó la sumisión, se acabó el vivir postrado a Sus pies. Se conformaba con Su amistad, pero había que trabajarla desde ambas orillas.
Así pues, y aunque se sentía enfermo y ardiendo de fiebre, se fue a la cama decidido a deshacer los 120 km de coche que los separaban al día siguiente, porque le apetecía verla y pasar un rato cerca de Ella, y punto.
El momento había llegado, el Cambio se había iniciado.