No podía seguir ignorándolo. Había pasado toda una tarde con Ella, y había vuelto a casa sujetándose a duras penas las lágrimas. Pero, al día siguiente, había sido aún peor, porque con el despertar le había caído encima el convencimiento de que no había nada que hacer, de que Ella nunca iba a buscar en él lo que él buscaba en Ella. Había pasado por lo mismo en otras ocasiones, pero nunca lo había visto tan claro como aquel día.
Al igual que si hubiera muerto un ser realmente querido, se preparó para el duelo, y para empezar a vivir sin esperanza.