Después de casi dos meses sin saber nada de Ella, se suponía que iban a pasar juntos, nada más y nada menos, que el sábado de Carnaval: y no estaba seguro de quererlo.
Para empezar, y pese a que había pedido que contasen con él en varias ocasiones para aquel evento, se enteró de rebote y por mediación de una tercera persona. Sería una de sus idas de pelota, pero aquello le dejaba la sensación ser solo «tolerado», no bien recibido.
Y en segundo lugar, lo grave: ¿de qué iba a hablar con Ella? No se veían, no hablaban, no se escribían, y desde que le bloquearon las redes sociales, ni siquiera tenían ese contacto. Porque, a lo largo de tantas horas, seguro que habría algún momento en que estuvieran a solas: y no se le ocurría una situación más dolorosa que tener enfrente a una persona que lo había sido todo para él, y no saber de qué hablar con Ella. Porque de lo que él tenía dentro, lo que a él sí le gustaría que Ella supiera, de eso seguro que no iban a hablar.
La amaba, la iba a amar para siempre, pero ya estaba convenido de que sus caminos iban en direcciones opuestas.