dios

Después de dos tercios botella de bourbon, una docena de canciones destripadoras y un puñado de lágrimas irrefrenables, emprendió con paso ebrio y tambaleante el camino hacia la cama, rogando a cualquier dios que pudiera estar a la escucha que le diera un respiro.

O, al menos, que rompiera aquel maldito hechizo por el que la amaba contra viento y marea, contra su propia voluntad, contra toda razón o voluntad.