Allí tumbado en la oscuridad, apretando los ojos para luchar contra la resaca que amenazaba con cebarse con él, y recordando las miradas, los gestos, los roces, los bailes, las risas de la noche anterior, se dio cuenta de que el momento había llegado: a Ella la seguiría amando toda su vida, pero el camino a Su lado se había acabado.
Él necesitaba sentirse querido y deseado, necesitaba que suspirasen por él, que una guerrera de brillante armadura acudiera en su rescate. Y, aunque Ella era la guerrera más poderosa que él había visto en toda su vida, la brillante armadura nunca la vestiría por él, como tampoco sería para él Su amor.
Con todo el dolor de su corazón, supo que era el momento de recoger lo poco que le quedaba, y comenzar a recorrer un camino diferente.