Si una deidad decidiera tomar forma humana, sería la de Ella, estaba seguro. No podía evitar maravillarse con su figura como de mármol una y otra vez, ni imaginarse cubriendo de caricias y besos cada centímetro de Su piel. Pensaba en cómo sería despertar a su lado, y quedarse contemplándola mientras descansaba plácidamente.
Pero sus ensoñaciones terminaban en el momento en que Ella le dedicaba una mirada con aquellos ojos que se le clavaban hasta el alma, y él se acordaba de que tenía que volver a respirar.