Cuesta arriba

Era domingo, Ella había estado de fiesta todo el día anterior, y él no se atrevió a escribirle. No tanto por ponerla en riesgo, que también, como por gafar otra vez el encuentro planeado para el día siguiente. Y no sería porque no pensara en Ella cada segundo de cada minuto de cada hora.

Así que decidió esperar a ver si era Ella quien confirmaba o cancelaba, ya que al fin y al cabo era Ella quien decidía. Todo aquello era emocionante, sí, pero el estado de perpetua incertidumbre en que vivía se le hacía un poco cuesta arriba a veces.