Era miércoles. Aún faltaba un rato para que sonase el despertador, pero era inútil internar volver a dormir. Sabía que hablaría con Ella porque él tenía consulta médica, y le había prometido contarle el resultado. Tenía que preguntarle también por algo que Ella escribió sobre que empezaban los cambios en Su vida la semana siguiente, y quería tener detalles. Todo muy formal, todo muy correcto, porque el día sin filtros había terminado y tenía que evitar hablar de lo que había pasado, y de lo triste y asustado que estaba.
Pero lo peor es que era miércoles y, a diferencia de los anteriores, no iba a sonar el timbre de su casa, ni iba a aparecer Ella arrojándose a sus brazos apenas abriera la puerta. Era miércoles, un puto miércoles vacío como cualquier otro.