Cosas

Podría haber sido una cualquiera de las decenas de veces que a él la vida le arrojaba a la cara algo que le recordaba a Ella, y tras la que ya iba controlando el ansia por escribirle y contárselo. Pero en aquella ocasión fue a Ella misma a quien se le apareció la canción especial de ellos dos donde y cuando menos esperaba, y no pudo o lo quiso reprimir el impulso de contárselo a él brevemente.

Tras el primer momento de emoción a ver un mensaje Suyo, él se vino abajo sin saber qué decir, porque mientras él luchaba por dejar de pensar en hilos rojos, destinos y amores inmortales, Ella lo resumía todo con la palabra «cosas» (que pasan, suponía él que terminaba el escueto mensaje). Y cosas se parecía muy poco a te echo de menos, o a sigo pensando en ti, aunque no lo diga.

Pero, aunque él ya no estaba para irse conformando con premios de consolación, cosas era más que nada, y Ella le había escrito de nuevo. Quizá porque, para alguien tan hermético como Ella, aquellas cosas significaban mucho, y eran solo con él.

Cambiar las cosas

Le había encantado que, a raíz de su cumpleaños, Ella hubiera empezado a darle «likes» en sus publicaciones en redes sociales, aunque aquello no fuera a cambiar nada; también le había encantando pasar un día con alguien muy especial de su pasado, y que le dijera que aún tenía que hacer esfuerzos para no saltarse las reglas por él, aunque aquello tampoco iba a cambiar nada; incluso le encantó que una de las personas más interesantes que había conocido en los últimos tiempos se empeñase en incluirle en su círculo de amistades por su madurez y buena conversación, aunque tampoco fuera a cambiar las cosas.

Todo aquello le halagaba y le reconfortaba, le demostraba que seguía siendo la buena persona que siempre había sido. Pero lo que el necesitaba en realidad era que llegase alguien buscando su lado oculto, que sacudiese su mundo, que quisiese liquidar al buen tipo y cambiar sus cosas.