Bajo control

Se encontraba extrañamente tranquilo. A pesar de que durante su encierro se estaban alineando todos los planetas para arrojarle a la cara cuantas películas, series, canciones o anuncios que parecían hablar de ellos dos, y que no podía dejar de pensar en Ella ni un solo minuto, sentía que aún continuaba manteniendo el control. Habían sido dos semanas de auténtica montaña rusa, pero el viaje tenía que finalizar, porque Ella necesitaba que finalizase. Y, aunque se había sentido más cerca de Ella que en años, la sensación de haber sido un pasajero, un daño colateral en Su descenso a los infiernos, no terminaba de desaparecer.

Por eso le sorprendió tanto Su mensaje de aquella mañana contándole que estaba a punto de empezar en terapia, y más después del «silencio de radio» acordado por ambos. Él trató de hilvanar unas escuetas palabras porque, en realidad, no sabía qué decirle que no fuera que la quería, así que rompió levemente su promesa y le envío una canción. Más tarde, Ella le volvió a escribir para contarle que salía del especialista, que todo andaba mejor. Y él, armándose de valor, le propuso que retomaran el silencio. Parecía una locura, pero era lo mejor para los dos: para Ella, porque así podría centrarse en lo que fuera que se tuviera que concentrar, sin él y sus amores estorbando por el medio; y para él, porque así podía cortar en seco las ilusiones que estaban renaciendo en su corazón. Seguía apoyándola y estando a su disposición, pero con los pies en el suelo.

Pero, a medida que pasaban las horas, su fachada de determinación y sentido común acabó por caer, descubriendo el auténtico motivo de tanta seguridad y autocontrol: más allá de promesas y amistades, había logrado retirarse una pizca porque estaba seguro de que, antes o después, Ella acabaría volviendo: igual que él nunca había sido capaz de separarse de Ella del todo, Ella tampoco podía evitar regresar una y otra vez a él. El hilo rojo…

Control

Aunque aún había noches como aquella, en que los demonios se esmeraban en su vorágine de daño y destrucción, empezaba a recuperar el control.

Su amor le seguía doliendo, pero ya era capaz de respirar hondo y seguir caminando.