Parecía un chiste: si después de casi dos semanas se había decidido por fin a volver a escribir sobre Ella, solo le faltaba que justo después de apurar el último trago de bourbon, echar la última ojeada a la ciudad ya dormida y ponerse en pie para irse a la cama a lidiar con sus demonios, la última canción que sonase en sus oídos tuviera que ser justo la que Ella le mandó poniendo en marcha todo casi once meses atrás, aquella canción que hablaba de portales, de domingos y de tantas cosas por decir. Más de quince horas y media de canciones en aquella lista, y tenía que sonar justo aquella canción en el último momento…
Puto algoritmo, puto karma, puta vida.