En suspenso, su vida entera estaba como en suspenso. Todo había quedado detenido: pensamientos, ilusiones, deseos, decisiones, sentimientos. Incluso las palabras, que nunca dejaban de revolotear por su cabeza, estaban como aletargadas en algún nido invisible de su mente. Ni siquiera verla a Ella, sentir el contacto de Su piel tersa y suave en la yema de los dedos durante un instante, o saber que pasarían semanas hasta volver a verla logró sacarle de aquella foto fija en la que se había quedado anclado.
Sólo deseaba que llegara el final ya, aunque le aterrara el resultado. Necesitaba pulsar de nuevo el botón de «play» para que el carrusel de su vida volviera a ponerse en funcionamiento.