Cuando el sol caía de aquella manera exacta, y por los altavoces sonaba la música apropiada, la escena se repetía en su mente, tan vívida que parecía real: su coche devorando kilómetros para que Ella le recibiera entre sus brazos. Era la magia que tenía la carretera para él, que no solo le llevaba de un sitio a otro, sino que también le transportaba a lugares donde ninguna carretera podía llegar.