Llevaba años queriendo salir en carnavales, pero nunca surgía un buen plan. Así que en aquella ocasión, cuando Ella anunció que se quedaban en vez de ir de casa rural como todos los años, él se las prometió muy felices: no sólo podía salir al fin, sino que además sería con Ella, con horas por delante, con música y alcohol, con ganas de disfrutar, como en los viejos tiempos. Como que ya casi que no podía pedir nada más, se apresuró a desdecirse de los planes a medio trazar, a pensar en disfraces, a soñar despierto. ¿Qué podía salir mal?
Pues todo. Todo salió mal. Tras el breve acercamiento de Navidades, Ella cortó todo contacto y desapareció del mapa, y los pocos argumentos que tenía para convencer a «su otra parte» y quedarse desaparecieron con Ella. No tuvo más remedio que aceptar salir de viaje una vez más, recuperando los planes iniciales que tan poco le apetecían. Sobre todo, por estar a cuatrocientos kilómetros de distancia de Ella en la celebración que tantos años llevaba esperando, mientras las personas equivocadas ocupaban su lugar.
Todo salió mal, una vez más. Otra vez más.