No sabía cuántos cientos de veces habría escuchado aquella canción que Ella le envió el último día del año anterior y, de hecho, la última vez que había sabido de Ella. Y no sólo porque fuera «su canción», sino porque cada maldita frase se la podía aplicar a si mismo. Y porque si se empeñaba en leer entre líneas, aquella canción que Ella le envió lo decía todo.
Pero, para su desgracia, había pasado un mes entero desde entonces, y no había vuelto a tener noticia de Ella, más allá de verla de pasada por un escaparate. Y aunque la maldita promesa funcionaba bien como excusa, se sentía culpable por no romperla y triste por que Ella tampoco hiciera nada por remediarlo.
Quizás el duelo estaba siendo tan largo que lo había confundido con Su hogar. O quizá, simplemente, con el nuevo año había cambiado de canción.
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Cada puta nueva canción
Odiaba cada puta nueva serie, cada puta nueva película, cada puta nueva canción. Porque, con cada nuevo confinamiento forzoso, él se veía obligado a distraerse para no pensar, para convencerse de que no había ninguna mano negra impidiéndole cambiar de rumbo de una vez, para dejar de desvariar con cuánto le aplastaba aquel maldito silencio.
Pero no lo lograba. Daba igual cuánto lo intentase, todo era siempre la «misma casualidad», la misma historia, el mismo hilo rojo. Y la lista de recomendaciones para Ella, igual que la de los vinos molones, no dejaba de crecer, por si se veía algún día liberado de aquella mierda de promesa que le había hecho casi en contra de su voluntad.
Porque, si ya de por sí parecía que Ella estaba en todas partes, las horas encerrado entre cuarto paredes estrechaba todos los caminos hasta reducirlos a uno solo: la senda que llevaba al beso que Ella le regaló semanas atrás. El beso más dulce y más amargo de toda su vida, que cada puta nueva serie, cada puta nueva película, cada puta nueva canción, le obligaban a rememorar sin piedad.
Operación Enclosure: episodio 6
Hola Encanto.
Aquí estoy de nuevo, usando todas mis fuerzas para no enviarte una canción que me ha salido por casualidad en spotify, de momento creo que lo consigo.
Al recuerdo de hoy creo que puedo ponerle fecha sin equivocarme (no como el de ayer), fue el sábado 9 de junio de 2018, batalla 18.1 del difunto Sio2 Crossfit. Aquel día, en el que no pude participar por lesionarme una semana antes, hice de juez. Y, en contra de mi voluntad, me tocó contaros a Yolanda y a ti en el último wod.
Aquel día te vi sufrir, te vi desfallecer, te vi levantarte de nuevo y te vi luchar hasta el final. Aquel día, más allá de sentimientos e historias, te empecé a idolatrar. Porque tu capacidad de no rendirte, de seguir adelante a cualquier precio, me emocionó tanto que se me saltaron las lágrimas. Era la misma película de siempre, yo viéndote en apuros sin poder hacer nada, tú sacando fuerzas de flaqueza para lograr tu objetivo. Vello erizado al recordarlo.
Todavía no sé cómo me contuve para no besarte, no abrazarte o no sacarte en brazos de allí, jajajaja. Porque aquella lección de vida que me diste en primera persona, añadida al «cóctel ardiente» con tu nombre que tengo dentro, fue ya el no va más. Pero el caso es que cuando me acuerdo de aquel día, cuando veo una foto especial que tengo guardada, suspiro y sonrío y pienso: si es que es Ella…
Ojalá hoy también haya logrado mi objetivo de hacerte sonreír, o de que te evadas con mis pamplinas de cosas más serias por un rato. Yo, al menos, he logrado no enviarte la canción… 😉