Aquel día tuvo miedo. Cuando intentó acceder a su Refugio, la conexión era rechazada una y otra vez. Le dominó el pánico, porque bastaba un archivo corrupto en la base de datos, un cluster defectuoso en un sector del disco duro o un chispazo en la fuente de alimentación del servidor para que aquel Refugio, aquel torrente de palabras y sentimientos, se desintegrara por completo. Y si aquello sucedía, la historia de amor más grande que había vivido, el registro más puro de entrega incondicional, la memoria de casi la mitad de los años de su vida, desaparecería para siempre sin dejar rastro, como si nunca hubiera ocurrido.
Jamás había sentido una necesidad tan imperiosa de realizar un backup, ni tanto alivio en cuanto lo tuvo a buen recaudo.